31 Jan
31Jan

María Elena salió del mercado con la bolsa de compras para la comida del día, pero en lugar de encaminarse a su casa, se dirigió con pasos decididos a la tienda de ropas a dos cuadras de distancia. Ya había comprado algunas prendas allá, eran sencillas, de buen gusto y, sobre todo, a muy buenos precios. Ingresó resuelta a encontrar al menos un vestido liviano que la hiciera sentirse cómoda y renovada, porque luego de examinar su guardarropa había comprobado que no tenía nada que ya no hubiera usado al menos una docena de veces. La joven vendedora puso ante ella varios vestidos livianos, todos del mismo modelo, pero de distintos colores; el vestido azul atrajo de inmediato su atención. Tenía distintos tonos, que formaban dibujos etéreos, sobre todo en la parte delantera. Decidió probárselo y comprobó que le iba muy bien y la combinación de dibujos le sentaba maravillosamente, a pesar de que nunca la había usado hasta ahora. Sin más dudas, lo compró. En el trayecto a su casa, se imaginaba la sorpresa que se llevaría su marido cuando la viera con ese vestido, más corto de los que usualmente usaba ella, y de colores que nunca había elegido antes. Sonrió de solo pensarlo. Al llegar a su casa, lo encontró concentrado en su celular, seguramente respondiendo algunos mensajes de los grupos de amigos que seguía; sin duda, no era el mejor momento para hablarle de su compra, de modo que no hizo ningún comentario, siguió hasta el cuarto y guardó el vestido azul en el espacio que le correspondía en el placar. Más tarde, notó que él se refugiaba en su taller y resolvió, una vez más, aplazar la muestra del vestido para otro momento más oportuno. A la noche estaba cansada y pensó que era mejor dejarlo para el día siguiente, que tenían que ir juntos al centro de la ciudad para hacer algunos trámites; entonces, se pondría el vestido nuevo y le daría la sorpresa. Dejó que la imaginación jugara libremente y se sonrió al visualizar las distintas reacciones del hombre. Tal vez diría: “¿Y ese vestido? ¡Es hermoso!¿Cuándo lo compraste?”. Esperaba que le dijera que le sentaba bien esos colores, que era hora de que se decidiera a comprar algo nuevo y distinto de lo que habitualmente usaba, tal vez hasta la abrazara y le dijera que estaba hermosa. Sin embargo, cuando salió del cuarto con su vestido azul, él ni siquiera pareció haberla visto. “¿Ya estás lista? Bueno, déjame ver si no me olvido nada…” Lo miró durante un rato, decepcionada, pero recordó que, cuando estaba por salir, él necesitaba concentrarse en lo que estaba haciendo, porque era bastante olvidadizo y era muy desagradable llegar a un sitio a hacer un trámite y descubrir que le faltaba lo algún documento o formulario debía haber llevado. Luego se dará cuenta, pensó, cuando volvamos… Pero no fue así. Su marido no advirtió que ella lucía aquel vestido nuevo, ni ese día ni los siguientes en que volvió a usarlo. Nunca le hizo ninguno de los comentarios que ella había esperado con ilusión, sencillamente fue como si no la hubiera visto. Entonces, María Elena supo que, para él, ella había dejado de existir. ¿Sería que había encontrado otra mujer? Dedicó tiempo a evaluar cada una de las situaciones y momentos de su vida diaria, hasta que pudo tener la certeza de que no, él no tenía ninguna otra mujer que le interesaba. Simplemente, tenía otros intereses que habían ido ganando espacios en su vida. Ella había sido reemplazada por el celular, la computadora, los programas deportivos que con tanto anhelo seguía cada noche en la pantalla del televisor. Sus proyectos de comprarse una moto, para salir con otros amigos de su edad a recorrer caminos, tal vez, a los que dedicaba cada vez más tiempo. Recordó la canción de José Luis Perales, que hablaba de la mujer que descubre que a su marido ya no le importa y se pone el vestido que nunca había estrenado y sale a la calle a buscar amor. Siempre le había dado tristeza esa canción. Ahora, pensándolo bien… comenzaba a pensar que encerraba un buen consejo. Aunque ella ya había estrenado el vestido azul, pero… tal vez…¿qué tal salir esa misma tarde a comprarse otro…?

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